Will alzó la barbilla sin borrar la sonrisa del rostro tras la respuesta de Magnus. Era consciente de que como buen brujo, tendía a exigir altos costes por sus servicios y no sabía muy bien por qué, pero desde que comenzó a frecuentar su casa -o la de Camille, mejor dicho- en busca de ayuda para su maldición nunca le había cobrado ni un penique. Estaba claro que Will no era estúpido y no iba a rogarle que lo hiciese, pero siempre sentía esa curiosidad en cada encuentro con el brujo, después de todo, tampoco resultaba que él fuese el mejor de los clientes. Tal vez alguien como Jem sí hubiese hecho que el trabajo fuera más llevadero y podría plantearse el trabajar gratis. A veces Will pensaba que Magnus acabaría harto de él tarde o temprano y le reclamaría el dinero cuando zanjaran el asunto para siempre.
— Tu compañía no es tan mala, no te menosprecies. — Respondió después de haber empezado a caminar junto a él y se encogió de hombros dedicándole una pícara mirada. — Más que con una bola de pelo lo lógico sería que se hubiese atragantado con su lengua viperina. Pero te comunico que aunque me habría encantado ser testigo de tal escena, el estado de Jessamine hasta donde yo sé es perfecto.
Will no mencionó nada más después de eso pese a que las palabras de Magnus habían sugerido que tenía interés en saber a qué se debía su felicidad. Le fastidiaba que, aunque normalmente supiera esconder sus emociones porque fue algo que tuvo que aprender a lo largo de los años, en ocasiones éstas salieran a la luz como si tuviesen vida propia, como si fuesen algo ajeno a él que no pudiera controlar. Sobre todo sucedía con las que no estaba demasiado acostumbrado a sentir, como podían ser ésta misma de felicidad o la de enamoramiento.
Siguió a Magnus a lo largo de Fleet Street en silencio, atento a cómo éste escudriñaba los muros para encontrar el lugar exacto donde se encontraba el portal hasta que por fin dio con él. Tras el último comentario del brujo, Will hizo una floritura señalando el muro, como dándole permiso para que abriera el portal, y cuando Magnus avanzó hasta allí él retrocedió unos pasos dejándole espacio para trabajar. El chico desvió la mirada hacia una silueta que cruzaba la calle en aquel momento, un mundano notablemente borracho que vociferaba acerca de lo mucho que había apostado esa noche y lo poco que había ganado. Will esbozó una pequeña sonrisa al imaginarse a aquel pobre diablo "ganándose" un buen susto al ver a una persona abriendo una puerta de la nada en un muro, y no a base de agujerearlo precisamente. Por suerte para ese mundano, no podía verle ni a él ni a Magnus porque ambos estaban usando glamour; Will por medio de una runa y Magnus por el de un hechizo.
Se volvió hacia el brujo justo en el momento en el que éste terminaba de abrir el portal y le hacía un gesto para que se acercase y entrase. Will obedeció, y al pasar por el portal sintió el característico cosquilleo en el estómago de cada vez que atravesaba uno, la sensación de que algo oprimía sus pulmones mientras notaba como si le subiesen a una gran altura para luego dejarle caer. Y aunque todo ello sólo durara algunos segundos, no era la sensación más agradable del mundo. Al llegar al otro lado, tomó una gran bocanada de aire y enseguida supo que había ido a parar al lugar correcto cuando le invadió el inconfundible olor a humo, suciedad, y alquitrán de las callejuelas de Limehouse. A Will no le desagradaba aquel lugar, a decir verdad era casi al contrario, le gustaba porque era como un punto de encuentro de marineros que iban y venían desde puertos lejanos, suponía que con mil anécdotas e historias que contar.
— Ah, el embriagador aroma de Limehouse. — Mencionó satisfecho cuando sintió que Magnus llegaba a su lado y echó un vistazo alrededor. — Me pregunto si me habrán extrañado en los garitos de juego y sobre todo en los burdeles.
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