Jem no solía preocuparse demasiado cuando su mejor amigo decidía salir de noche a frecuentar clubes de juego, bares, o incluso intimar con mujeres de dudosa reputación. Tampoco le pedía explicación alguna de por qué lo hacía ni de por qué había noches en las que sólo se dedicaba a caminar por las calles de Londres hasta que amaneciese, como había averiguado una vez que decidió seguirle. Si Will quisiera que lo supiese se lo habría contado él mismo, así que Jem prefería dejarlo estar ya que sabía que su parabatai no era del tipo de persona a la que le gustaba hablar sobre su vida.
Pero aquella noche había sido diferente: no solo había conseguido preocuparle a él por haber estado un día entero sin dar señales de vida, sino que también había conseguido preocupar a Tessa. y como si aquello hubiese sido poco, encima se había jactado de ello. Muy típico de Will, sí, pero en aquel instante le molestó más de lo que le había molestado nunca. Jem se preguntó si el motivo era porque Tessa se había mostrado bastante disgustada, porque lo menos que él quería era verla triste. No tuvo ocasión a poder mediar entre ambos porque de repente se había sentido bastante mareado y sin fuerzas, algo que no le resultaba extraño debido a su condición, pero a la vez había algo diferente.
Estaba teniendo "uno de sus días", como Charlotte solía suavizar para referirse a los momentos en los que su enfermedad estaba peor.
Sin mirar realmente a Will ni a Tessa se disculpó para ausentarse a su habitación un momento, pensaba Jem, lo justo para tomar una pequeña dosis de yin fen y con suerte poder estar de vuelta para la cena. Aunque no fue eso lo que les dijo a ellos, obviamente. Salió de la sala y avanzó por el largo pasillo con ritmo apresurado, sintiendo como con cada latido de su corazón le costaba más dar el siguiente paso.
Sólo tuvo tiempo de girar el picaporte de la puerta para entrar y volver a cerrarla trás él porque luego cayó al suelo incapaz de mantenerse en pie, con su cuerpo retorciéndose por la punzada que sentía en el pecho, y notando como comenzaba a arderle, no sólo eso sino toda su piel. No fue consciente de cuánto tiempo pasó, ni siquiera sabía si se había desmayado o si seguía despierto, pero en ese momento escuchó una voz familiar y tranquilizadora, y aunque la sentía lejana casi como un eco, la reconoció a la perfección. Era la voz de Will.
Como si aquello fuese un estimulante para su cuerpo, pudo sacar fuerzas para abrir los ojos, lentamente y parpadeando varias veces, para comprobar que efectivamente su parabatai estaba junto a él sujetándole y observándole con preocupación.
– William – Puso la mano sobre la de su amigo y le observó con ojos entrecerrados, todavía se sentía sin fuerzas y la prueba de ello fue que mencionó aquel nombre en un susurro – William... El... Necesito... – Y fue todo lo que consiguió decir a pesar de sus esfuerzos por construir una frase completa, sus pulmones no parecían dispuestos a cooperar para sacar más aire y la cabeza le daba tantas vueltas que prefirió volver a cerrar los ojos.
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