Will respiró un poco más aliviado cuando vio que Jem abría por fin los ojos e incluso pronunciaba algunas palabras. No hacía falta prestar demasiada atención a sus intentos fallidos de formar una frase completa para saber que se encontraba sin fuerzas. Will lo había sabido desde el mismo momento en el que había entrado en la habitación, desgraciadamente, no era la primera vez que le veía en ese estado ya que aquello era un síntoma habitual en la enfermedad de su amigo. Supuso que aún no había tomado la dosis de yin fen y al dirigir la mirada hacia la mesilla donde Jem la guardaba, comprobó que efectivamente se había derrumbado en el suelo antes de que le diese tiempo a hacerlo.
Se incorporó un poco para colocar mejor a Jem y así poder subirlo hasta la cama, lo tendió boca arriba sobre ella y colocó su cabeza con cuidado en la almohada. Observó durante un instante el rostro pálido del chico; en días normales, la tez de Jem también era más blanca que la suya, pero en momentos como el de esa noche se notaba perfectamente que su enfermedad estaba haciendo mella en él: la sudorosa frente, el círculo oscuro que se le formaba bajo los ojos, la falta de color en sus labios... Will siempre se preguntaba si realmente era cierto eso de que no existía una cura para su amigo; había cesado en sus enfuerzos de tratar de encontrarla cuando el mismo Jem se lo pidió, pero, ¿y si no fuera una cura en sí? ¿Y si encontrara al demonio que hizo eso? Él conocería alguna manera de detenerlo que ellos como nefilim no llegaban a descubrir. Con la misma rapidez que aquellos pensamientos esperanzadores aparecían, también se esfumaban cuando la realidad le hacía ser consciente de un dato importante. Si no era capaz ni de dar con el demonio que le había maldecido a él –y que se suponía que seguía en Gran Bretaña– cómo iba a arreglárselas para encontrar a uno de Shangai.
Will contuvo un suspiro frunciendo los labios molesto por la impotencia que sentía, y se dirigió hasta la mesita para coger la caja que contenía la droga para su parabatai. La abrió y sacó una dosis para luego volver hasta la cama sentándose al lado de Jem, y le sujetó la cabeza con cuidado para ayudarle a ingerir el yin fen.
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