Durante el tiempo que hacía desde que Will conocía a Tessa, ésta había utilizado varios denominantes muy poco agradables para describirle, tanto a él como a su actitud grosera. Aquello nunca le había afectado más de lo normal; después de todo, era él quien fomentaba ese hecho a propósito dado que tenía que seguir con su teatro de mala conducta para que su maldición no afectase a nadie, y por consiguiente, tampoco a ella —la chica a la que amaba. Pero esa noche hubo algo distinto.
Tessa le había dicho que le odiaba.
Tan sólo esas dos palabras consiguieron atravesar su hasta ahora impenetrable muro de indiferencia que se había esforzado en construir durante los últimos cinco años, y fueron suficientes para dejarle sin saber qué contestar frente a la mirada desafiante que le dedicaba Tessa. Resultaba un poco irónico que le hubiese dejado sin palabras a él, que siempre tenía una respuesta para todo. Tras esto, había abandonado el salón donde ambos estuvieron discutiendo acerca de Jem hacía escasos minutos, después de que éste se disculpara un momento para ir a su cuarto. Como se demoraba más de la cuenta, Will quería comprobar que estuviese bien pero sin permitir que Tessa le acompañara cuando ella se ofreció. No le agradaba el hecho de que, en caso de que su parabatai se encontrase mal, ella le viera en aquel estado; no era nada personal, simplemente prefería que el tratamiento de su enfermedad quedase entre ellos dos. Will acostumbraba a ser quien se encargase de Jem cuando estaba en sus peores días, no porque Charlotte se lo ordenase, sino porque quería ser él quien estuviese junto a su amigo en esos delicados momentos, y aunque tal vez aquella noche no fuese uno de ellos, sabía que Jem le agradecería el que pudiera evitar que Tessa le viese de aquella manera. Tal y como imaginó que pasaría al oponerse a su ofrecimiento, aquello había agravado aún más el enfado de la muchacha..
Mientras caminaba por el oscuro pasillo del Instituto tratando de ignorar el nudo que le aprisionaba la garganta, se preguntó si Tessa habría dicho aquello simplemente porque estaba molesta con él o si, por el contrario, era verdad que le odiaba. Will no la habría culpado si eso último fuese cierto; en varias ocasiones se había puesto en la piel de las personas de las que se burlaba, insultaba, y trataba con desprecio, y era cierto que la mayoría de las veces no eran la mitad de crueles con él de lo que Will lo era con ellos. Pero aunque pudiera ponerse en la tesitura de Tessa, eso no quitaba el hecho de que le había lastimado más de lo que pudiese imaginar con aquellas palabras. Se preguntó también si, en caso de fuera cierto, sería capaz de aguantar el verla todos los días en el Instituto siendo consciente de su odio hacia él, sabiendo que la persona que amaba sólo sentía repulsión hacia su persona, y aunque eso fuese lo más sensato y lo que la mantendría a salvo dada su situación, no podía evitar cuestionarse si eso era lo que él realmente deseaba. Sacudió la cabeza como si con aquel gesto todos esos pensamientos fueran a desvanecerse de su mente y se detuvo ante la puerta de la habitación de Jem, llamando tres veces con los nudillos en la madera.
— James, ¿va todo bien? — Su voz sonó clara y firme pese a que el nudo de su garganta aún permanecía ahí, pero al no recibir respuesta alguna por parte de su parabatai toda esa supuesta calma desapareció por completo. Giró el frío pomo de metal y sintió que el alma se le caía a los pies cuando entró y vio a Jem tumbado en el suelo de espaldas a él, hecho un ovillo junto a su cama y tan sólo iluminado por un pequeño halo de luz que provenía de la ventana. Will se arrodilló rápidamente a su lado y le dio la vuelta con cuidado, esperando encontrarse con que tenía los ojos en blanco o un hilillo de sangre saliendo de su boca como otra veces, pero su amigo simplemente tenía los ojos cerrados como si estuviese sumido en un profundo sueño.
Will se habría temido lo peor de no ser porque el pecho de Jem subía y bajaba lentamente pero de manera constante. Le pasó una mano por debajo de la espalda incorporándole levemente contra sí y le apartó los cabellos del rostro, comprobando que la temperatura de su piel era bastante elevada y que estaba sudando.
— Jem... — Tan pronto como mencionó su nombre se dio cuenta de que la voz se le había quebrado ligeramente, y comprendió que era debido al sentimiento de culpa que le oprimía el pecho. Si no hubiese desaparecido del Instituto durante tantas horas haciendo que su amigo se preocupara más de lo que debía, ahora no estaría así. — Jem, por favor, despierta. |